Jesús Del Toro 14 de diciembre de 2016
En los medios de comunicación y las redes sociales pululan las noticias y los comentarios sobre las personalidades que han sido consideradas, o podrían serlo, por Donald Trump para integrar su gabinete. Pero aunque el análisis y la controversia ante algunos de los que serán nominados para dirigir varios los departamentos y agencias clave del gobierno federal han sido intensos, en realidad el proceso formal para presentar las nominaciones ante el Senado aún no ha comenzado.
Y aunque Trump cuenta con la ventaja de tener una mayoría republicana en el Senado (con 52 de 100 escaños) el margen de maniobra es muy reducido y no puede asegurarse que el proceso de nominación vaya a estar exento de complicaciones, incluso de rechazos en ciertos casos. Los demócratas y muchos republicanos no precisamente están conformes con algunos de los prospectos de Trump.
En principio, corresponde al nuevo Senado, del 115° Congreso federal que arrancará sesiones el 3 de enero de 2017, realizar el proceso de consultas, audiencias y voto de los nominados al nuevo gabinete y dado que la transición de Barack Obama a Donald Trump implica un cambio completo de la administración es natural que el proceso de análisis y definición de los nominados haya empezado con amplia anticipación.
Pero no será hasta que Trump asuma la Presidencia, el 20 de enero, y que se culmine el proceso en el Senado, un proceso complejo y que podría ser largo y difícil, que los nominados serán aprobados (o quizá rechazados) y podrán asumir sus cargos en el gobierno.
En principio, se supondría que con un Senado de mayoría republicana, un presidente republicano no debería tener problema para que sus nominados sean confirmados, pero en este inusual proceso eso no necesariamente será así.
Por ley, los secretarios y subsecretarios de los departamentos federales y los titulares de numerosas agencias gubernamentales deber ser ratificados por el Senado previa nominación por el Ejecutivo. El proceso formal comienza cuando el presidente, o en este caso el electo, analiza prospectos y en su momento decide sobre ellos luego de que sus antecedentes son verificados por su equipo y el FBI.
Los datos recabados de ese proceso de revisión del candidato por lo general no son públicos y sólo son conocidos por un grupo limitado del equipo del mandatario o mandatario electo.
Pero nada comienza en el Senado hasta que el Ejecutivo envía formalmente al Congreso la documentación de las nominaciones y dependiendo del departamento o agencia de la que se trate el expediente del nominado es asignado al comité senatorial que tenga jurisdicción en ese ámbito. Es posible que, entonces, cada nominado se reúna de modo individual o en grupo con senadores del comité respectivo, para responder preguntas, proporcionar información y en general tener un acercamiento con los legisladores, pero por lo general estos encuentros son privados. Los senadores del comité pueden también emprender investigaciones para conocer los antecedentes del nominado.
Así, en su momento, el comité establece una fecha para una audiencia pública, en la que el nominado comparecerá ante los senadores y responderá sus preguntas e inquietudes. Los medios de comunicación sí tienen acceso a estas sesiones, en las que se pueden dar intensos cuestionamientos, sobre todo del partido opositor (en este caso el Demócrata).
El Comité luego vota por aprobar trasladar la nominación al pleno del Senado, donde se someterá a votación de todos los senadores. En el pleno se da un nuevo debate, que podría ser en varios casos largo e intenso, pero una determinación de los senadores demócratas en 2013 le hará a Trump más fácil lograr sus nominaciones en 2017.