Granada, Nicaragua
Lunes 12 Agosto 2013
Por: Augusto Cermeño

Los toros fueron soltados a eso de las 3:30 de la tarde, pero comenzaron a realizar su correría por la calle Real de Xalteva, metiéndose en las boca calles y haciendo correr a los campistos tras de ellos, como a eso de las 4 de la tarde, del domingo 11 de agosto 2013.
La masa de gente, sobre todo de jóvenes ansiosos de experimentar la adrenalina propia de este momento, corría y gritaba por cualquier cosa, hasta cuando algún jinete montado en un cholenquito aparecía corriendo sobre la pavimentada.
¡Ahí vienen los toros!, gritaban y el terror se apoderaba de la gente, como siempre ocurre todos los años. Algunas personas, incluyendo quien escribe esta crónica, optábamos por ocultarnos en los resquicios de las puertas que, por supuesto, estaban herméticamente cerradas.
Nadie podía abrir sus puertas, porque seguramente le invadían su casa y entre esas multitudes andaban muchos “amigos de los ajeno”, carteristas y chavalos locos, drogados o borrachos que hacían cualquier locura o provocación en busca de violencia.
Generalmente la policía estaba en grupos, pero muy poco se metía, estaba cuando alguien era robado, golpeado o provocado, con intenciones de enredarlo en una pelea loca, que tendría como consecuencia que le robaran y hasta terminara con un puñal en el estomago.
La Comisionada Mayor Fátima Flores, se fajó en una caminata por la Calle Real, acompañada de un grupo de agentes, lo que no dejaba de ser un síntoma de tranquilidad y orden, pero a la multitud eso no la detenía.
Realmente es el “miedo a los toros”, la experiencia al estilo Pamplona, de estar cerca del peligro y sortear el peligro, la adrenalina pura, la que hacía correr a todos.
El “buey manso” que destruyó partes de un Toyota

Incluso, cuando por los gritos y agresiones de los muchachos, más los jalones que le hacía el campisto, el manso buey parecía estallar y se lanzaba contra cualquier objeto que se le ponía enfrente, incluyendo un carrito Toyota, bastante nuevo, al que le causó algunos daños, como la destrucción del stop y pide vía trasero derecho, además de despegarle un poco el bomper trasero.
Los muchachos, en su afán de provocar la furia del manso buey, se subieron sobre el techo del carro, rallándolo y haciéndole hundimientos que deberán ser enderezados debidamente y pintado. El aparente dueño del carro, llegó con un par de damitas, vio el vehículo y se retiró a seguir la parranda.
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