Departamental
Granada, Nicaragua
Por: Augusto Cermeño
El presbítero Pedro Flores, ofreció al pueblo católico reunido el martes 5 de diciembre (2017) entorno al altar de la Conchita, en la Atravesada, donde la Inmaculada luce radiante, teniendo un brillante sol a sus espaldas y es escoltada por cuatro ángeles y nuestra beata Sor María Romero, su gran devota, quien deja ver la famosa frase: “Pon tu mano madre mía, ponla antes que la mía”.
El padre Flores, párroco de la iglesia San Juan Bosco, dijo a los feligreses, las preferencias de Dios por los pobres, los más desposeídos. “Dios prefiere a los humildes, a los pequeños, a los sencillos”, dijo. El sacerdote se refirió con bastante profundidad al encuentro de la Virgen María con un Ángel enviado por nuestro padre celestial a explicarle lo de la concepción original, sobre la llegada del hijo de Dios, concebido en el vientre de una virgen.
Dijo que se da una conversación entre María y el Ángel Gabriel, sobre el tema, y que María preguntó muchas cosas, entre ellas la idea de crear un hijo sin haber tenido varón alguno y el Ángel le respondió que estaría bajo la obra de Dios, entre otras cosas.
Mucha gente se movilizaba por la calle Atravesada, buscando la bendición de nuestra Madre, siguiendo sus pasos junto con buena parte de la familia. Indicó que a María la decían la hija de Sión, y que su caso es algo diferente a lo que Dios hizo con mujeres viejas, de la tercera edad, las que por su gracia tuvieron hijos, como es el caso de Sara, la esposa de Abraham y la esposa de Isaías.
En el caso de María, se trató de una mujer virgen, que no había tenido unión conyugal con ningún hombre. También habló de “la paz que muestra la alegría de vivir”, y que “la fe en nuestra Madre nos lleva a anunciarlo a todos. En María nos encontramos la respuesta a la fe, a la maternidad”.
Habló de la situación actual de las parejas que “prefieren tener un carro que tener un hijo”. Esto deja clara la inclinación de esas parejas que hasta llegan a adoptar un hijo para no tenerlo, dándole paso a la vanidad de verse bien, sin parir un hijo que tenerlo y que el rigor de la naturaleza deje una huella en su cuerpo, que ya no será el mismo».
Las palabras del sacerdote solo fueron interrumpidas por pequeñas fallas en el equipo de sonido, que fueron corregidas de inmediato por un encargado. Las mujeres, los varones, escucharon con mucho interés el precioso mensaje del Sacerdote.