Granada, Nicaragua
Augusto Cermeño

Resulta que un día de tantos, unos seis meses después, Barberena recibió la visita del poeta Martínez Rivas, quien al ver la guitarra colgada en la pared, la tomó, al tiempo que decía: “esta es mi guitarra”.
Seguidamente se puso a afinar, tocó y cantó un poco, un tanto entusiasmado de ver y probar que estaba en excelente estado, luego de ser reparada por Barberena. Roger ya estaba claro que el poeta se la llevaría, pero hizo la fuercecita al recordarle al poeta que la guitarra se la había regalado.
“Yo ya sabía lo que iba a suceder. Entonces le digo: poeta usted me la regaló. Sí, pero ya me arrepentí, me dice”, recuerda Barberena Garay.