Granada, Nicaragua, 12 Noviembre 2011
Por: Luís F. Roblero Gómez
Ingeniero civil
Muros de Jalteva
Quiero aclarar que no soy Arquitecto, pero si, tengo mi opinión profesional de abrir este debate relacionado con “Los Falsos Históricos’’, tema muy sonado y controversial en la arquitectura de nuestra bella ciudad de Granada.
La capacidad del monumento u obra arquitectónica de ser adaptado y reinterpretado, es una facultad derivada de su propia esencia arquitectónica, de su genuina autenticidad, completar ese ciclo creativo – no cerrado, sino detenido en el tiempo- puede no constituir tampoco falsedad.
En el Patrimonio monumental, tan preocupante o más que ‘’Falso Histórico’’, es falso Arquitectónico, es decir, los elementos cuya esencia constructiva o estructural ha sido gratuitamente desnaturalizada (Como esos muros despojados de sus revestimientos en aras a un absurdo pintoresquismo historicista) y la mayoría de los vacíos o lagunas, las interrupciones o la falta de materiales. La autentica dimensión de la intervención en estos tipos de monumentos, lo que para nosotros siempre ha sido o debió ser la restauración del patrimonio monumental no sólo la respuesta a un problema científico o de transmisión documental, también a una problemática de tipo económico, cultural y social.
En el momento del proyecto definitivo global, se explican las ideas anteriores que son una guía para la labor de definir los criterios de intervención. Generalmente es fundamental el hecho de recuperar la significación histórica, económica y sociocultural que haya tenido el monumento en el pasado, el camino que queda es la recuperación material del monumento.
Su reconstrucción (Restaurar es Reconstruir, digan lo que digan). Pero ¿En que consiste la reconstrucción material del monumento? ¿Cuáles son sus puntos de partida? ¿Cuáles sus límites? ¿Existe una ética de la Reconstrucción?
Muro sur de Jalteva
El cerebro de la Restauración es el conocimiento histórico para compaginar dosis similares de verdades y de intuiciones, de racionalidad y de emociones. ¿Es posible que nuestro cerebro nos haga creer que el monumento haya vivido lo que no ha vivido?
El trabajo de Restaurar no consiste en teorizar hipótesis, se tiene que dar respuestas a exigencias y programas, y debe reconstruir – Restaurar, insisto, es siempre reconstruir- con tantas limitaciones, como por ejemplo el ser consciente que se debe tener que reconstruir en un estado mental diferente al del instante del suceso rememorado. No se reconstruye un momento del pasado, se reconstruye un monumento del presente y del futuro. Ese es el reto y la responsabilidad.
En la definición del cómo reconstruir lo primero es la valoración del espacio arquitectónico como elemento esencial de la arquitectura y por consiguiente, del momento. No sólo de la capacidad testimonial del espacio, también la capacidad que tiene el espacio arquitectónico de emocionar al espectador.
Cabe decir que si bien la Restauración siempre transforma el monumento, lo cierto es que esta irremediable alteración física ha sido siempre mejor aceptada cuando se trata de recuperar los aspectos históricos-artísticos que cuando se trata de la recuperación del espacio.
La apasionante aventura de reconstruir el pasado no nos puede hacer perder de vista que lo que se recupera es el futuro. Al final, en definitiva, creemos haber devuelto la autenticidad perdida a una maravillosa obra que los azares del tiempo ponen en nuestras manos, reconstruyéndolo, claro!
Un monumento cuyo espacio se pierde en parte ya no es autentico. La recuperación del espacio puede ser imprescindible para garantizar la autenticidad y la reconstrucción, un camino inevitable. Precisar el concepto de auntenticidad comporta hacer lo propio con el de falsedad, concepto que como aquel debe referirse no tanto a la originalidad de la materia como a los valores esenciales del momento.
Muro y Plaza de Jalteva
En el mundo del Patrimonio artístico se acostumbra a considerar “Falso Histórico’’ el resultado de cualquier intervención tendiente a la Restitución del aspecto original de la obra, por considerar que “Pretende insertarse en ese ciclo cerrado que es la creación, sustituyendo al propio artista o suplantándolo”.
La traslación de este juicio valorativo al ámbito del patrimonio arquitectónico olvida la diversa naturaleza de los actos creativos que dan origen a las obras de arte y las de arquitectura, lo que provoca perniciosas confusiones.
De una obra de arte, normalmente, el autor protagoniza no sólo su concepción, sino también su ejecución, en una obra de arquitectura, son otros los que a partir de la propuesta creativa del autor la realizan.
Puede darse el caso de obras de arquitectura auténticas póstumas, nunca así, hasta ahora, una pintura o una escultura sería posible, por tanto, ‘’insertarse en un ciclo creativo arquitectónico’’ sin cometer falsedad.
En realidad, en arquitectura, por lo general, no existen ciclos creativos cerrados, sino evoluciones – creativa o no- para adaptar las obras a las realidades que las rodean y las justifican.