Departamentales
Granada, Nicaragua
Por Marlene Urbina
Las palabras del joven sacerdote Walter Mejía en el altar de la Inmaculada Concepción de María, al final de calle El Arsenal, nos indicaban el gran amor que la madre de nuestro señor Jesucristo tiene hacia sus hijos, sobre todo a los hijos que más problema dan y que están más lejos del hogar.
“María nos acompaña en el caminar, no solo en los momentos alegres, sino en los momentos difíciles”, predicó el sacerdote Mejía. Llamo a las mujeres a levantar las manos, sin son madre, diciendo que “ustedes que son madres se preocupan por todos sus hijos, pero seguramente, habremos más hijos que somos más duros y que causamos más problemas, y entonces por esos hijos se preocupan más, porque por el que camina derechito no causa problemas y la Virgen se preocupa de igual manera por todos”, comentó.
Walter dijo al pueblo mariano que “esa es la madre que nosotros recibimos como madre espiritual y está velando grandemente por nosotros”. Se maravilló el sacerdote de la madre, que “Dios se ha mostrado más maravilloso en su madre. Singular admiración debemos demostrar, entonces, los que nos llamamos fieles devotos de quien es modelo de virtudes”.
Hablo de los pueblos más pequeños, en las comarcas, del lado centro norte de nuestro país, cómo la gente, donde no hay electricidad, donde nos encontramos reunidos, bajan con sus lámparas, sus candiles encendidos, para llegar al lugar donde se va rezara a la Purísima”.
Explico que Dios crea una madre humilde, para Jesús, “el que es manso y humilde de corazón, como nos lo dice el mismo en la escritura, así de mostrarnos en sí mismo, el necesario y saludable ejemplo de todas esas virtudes, de las cuales nosotros hablamos la noche de hoy”.
Como todos los años, la ciudadanía iba y venía, algunos, visitando el altar, viendo a nuestra Madre Santísima, tomando la inspiración mariana, y seguir el camino de Dios.
El pueblo, en sus propias motivaciones de vida, de sobrevivencia, no dejó, como siempre, de aprovechar el momento y buscó una forma de llevar algo al hogar, vendiendo chiverías, en las que hasta ocuparon en trabajo infantil. Vimos a niños y niñas vendiendo papitas, a otros manejando triciclos bien cargados de mercancías que se ofrecían en la calle.
Los muchachos y muchachas, como siempre, tomados de la mano, no dejan de aprovechar el momento para mostrarse ante nuestra Madre de Dios, como parejas, como proyectos futuros de familia, fieles creyentes marianos.
La calle El Arsenal ha crecido un par de cuadras más, hacia, el lego, metiéndose en nuevos barrios surgidos productos de la migración del campo a la ciudad o del crecimiento poblacional que ha experimentado Granada.