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12 mayo 2025

Mi casa y su fantasma

Juan Roblero

Juan Roblero

Alaska
Por: Juan Roblero
 
Mi casa, mi hogar y mi patria, es pequeña y acogedora donde cada día bordo mis sueños. Tiene en la parte Oeste la imagen de un Cristo colgado en una actitud de que va a hacerse un clavado y diciendo al que se encuentre cuidado me botas. También la pequeña estatua de una Virgen dentro de un nicho minúsculo y alumbrada por una pequeña bujía que mi padre le adaptó, un televisor y un equipo de sonido ya bastante viejo, esto es la sala. Después sigue un pequeño cuarto donde habita mi hermano, a la par un comedor donde mi madre come muchas veces sola, hay veces con mi hermano; más al Norte se encuentra un pequeño taller de orfebrería aquí es donde mi padre trabaja. Mis dos hermanos aprendieron este arte y algunos muchachos, amigos de la casa han aprendido también.
 
Algunas veces pienso que estos chavalos llegan únicamente a pasar el tiempo para salir del esquema de su hogar. Aquí yo he aprendido algunas cosas y he obtenido mis pequeños logros. Al lado està un pequeño árbol de mango de rosa, su fruta es deliciosa; en el cual sobre sus ramas ha habido diversas casas; desde Zanates, palomas san Nicolás, Cenzontle. Ahora hay un nido de una especie desconocida por mì, de color azul bajo y blanco, no sè cual es su nombre ni científico o popular.
 
Cierta vez en una de sus cosechas entre sus ramas, se oían ruidos y su fruto amanecía mordido, la mente de uno como siempre supersticiosa pensando en cosas del màs allá. Ya Larry, mi hermano, había visto algo, un animal que según èl, se asustò igual que mi hermano cuando se miraron, y el animal escapò no sin antes dejar mordido el fruto. Dice mi hermano que tenìa un mango entre sus manos, varias veces lo estuve esperando.
 
Una noche salgo al patio y oigo un ruido en las ramas y ahí estaba el famoso fantasma del árbol de mango, pero en ese momento yo estaba pasando uno de esos momentos en que el temor me paralizaba, tampoco hice nada, èl (el animal) y yo tuvimos miedo. Sin embargo, me quedò el deseo de atraparlo. Así estuve varios días hasta que al fin lo miro caminando sobre el techo del baño; era muy entrada la noche, creo que era de madrugada. Yo andaba con una honda en mano, le hago un disparo, pero no le acertè, el animal se tirò al patio vecino y se escuchò un fuerte ruido cuando cayò, mi hermano al salir de su cuarto también lo escuchò. Desde esa vez el animal no ha regresado y terminó la historia del fantasma del árbol de mango de rosa.
 
Sobre esta casa se cuentan algunas cosas de aparecidos. Yo acompañaba a mi abuelita a dormir. Una noche me despierta diciéndome Juancito, venì ve a aquel hombre allá vestido de blanco a la orilla del excusado, honestamente no miré nada, ella insistió tres veces pero nada de nada vieron mis ojos. Sin embargo, otra noche en que estoy acostado con los ojos abiertos ya que no podía dormir, en este punto atravesaba una de mis famosas gomas.
 
Se detienen frente de mí, dos niños: varón y mujer, más o menos de unos cinco años, me sorprendo, ellos me quedan viendo y se sonríen, los quedo viendo a la vez, me dejan y caminan hacia el lado de una repisa donde mi abuelita tenía una pequeña estatua de Cristo. Medio me incorporè y los niños ahí parados frente a la estatua del Cristo como adorando o venerando la estatua, como seres irreales o del cielo, muy finos. Quizás eran ángeles que a mí se presentaron como avisándome ya està bueno de destruir el templo de Dios. No sentí ningún temor, pero me hace pensar y meditar mucho sobre ello, porque ya he tenido otras imágenes en mi mente. Aunque, esta vez estaba bien despierto y con los ojos abiertos. Los niños ahí de pie a la orilla de mi cama sonriendo y me dieron confianza. Este pequeño relato no es cosa de “pancho”. Lo viví, no estaba soñando despierto, la cosa es que estaba muy consciente. Estas cosas suceden en verdad aquí en mi casa, donde bordo, vagan y cocino mis anhelos de hombre libre, únicamente atado a mis pequeños temores.

 

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