Por: Alejandro José Gallard Prío
Domingo 31 de julio del 2011 Nací en León, Nicaragua, en la Casa PRIO, justo enfrente de la Catedral, la más imponente de Centroamérica, que el 28 de junio de este año, fue declarada “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO, que entre su razonamiento consideró: “En su interior, la Catedral de León alberga importantes obras de arte, incluido un altar flamenco y pinturas de las 14 estaciones del Vía Crucis, obra del artista nicaragüense Antonio Sarria a finales del siglo XIX y principios del XX”. Según relatos históricos se cuenta que, debido a la escasez de materiales de construcción apropiados, en cierto momento se tuvo que echar mano de huevos de tortuga como argamasa para continuar adelante con la obra. Otros relatos hablan de huevos solamente.
Catedral de León, Basílica de La Asunción, León, Nicaragua
Imagen: © John Coletti/JAI/Corbis
La Catedral forma parte de mi niñez, correteando en sus cinco naves espaciosas con su imponente arcada, en cuyas pilastras reclinan las imágenes de los doce apóstoles, especialmente durante los oficios de Semana Santa. Recuerdo, como si fuera hoy, cuando un Viernes Santo -que se reemplazaban las campanas por matracas de madera-, por haber bajado a Jesús difunto de la Cruz, el pueblo presente en la Catedral, acostumbraba a golpear con piedras las tablas que cubrían los sótanos, simulando retumbos y truenos en signo del dolor de los cielos, al mirar en nuestro alrededor, nos dimos cuenta de que nos acompañaba el incomprendido poeta Alfonso Cortes con una piedra en la mano, dispuesto a hacer lo mismo que nosotros. El susto que nos llevamos fue tremendo, ya que mi hermano y yo sabíamos que era enfermo mental, pues acompañábamos a nuestro padre, a quien el mucho quería, a visitarlo en su casa, donde él solía calmarlo.
En la Capilla del Sagrario de la Catedral, se casaron nuestros padres (Fernando Abel Gallard y María Teresa Prio) y nosotros fuimos bautizados en el bello baptisterio de estilo neoclásico. Conocíamos sus vericuetos, rincones y túneles y, por supuesto, platicábamos con el Sacristán, el Párroco Calderón y Obispo Tijerino y Loáisiga, lo que nos hacía sentir parte del entorno.
Fuimos testigos de su grandeza, así como de su deterioro, pero salimos de León al terminar la Primaria y solo quedamos con los recuerdos.
Pero nunca la dejé, siempre que íbamos a León, la visitaba y así pudo presenciar, hace unos años (2009), el comienzo de la extraordinaria obra de restauración de sus obras pictóricas de parte de la “Fundación Ortiz Gurdian”, sobre lo cual comenté en EL ARCHIVO LXIII, del 28 de octubre del 2009. Es encomiable el esfuerzo que hace la familia Ortz Gurdian por embellecer León, lo cual espero que motive a otras y al sector público.
Durante mi visita en el 2009, conversé con los restauradores, Juan Collaguazo y Elba Alvear, ecuatorianos, quienes dirigían la obra con un puñado de artistas nicaragüenses. Pude ver la dedicación y la minuciosidad de la obra, lo cual ha dado como resultado el reconocimiento de la UNESCO. Vale la pena que visiten la Catedral, que se construyó con los esfuerzos de los feligreses de la Diócesis, que en eso entonces incluía varios pueblos del sur de Honduras, Nicaragua y Costa Rica, una de las Diócesis mas grande de América, siendo el arquitecto que diseñó la obra, Diego José de Porres y Esquivel, guatemalteco, lo que hace centroamericana. A esto hay que agregar que el Rey Fernando VI y su Corte carecían de recursos y no estaban de acuerdo con tan fastuosa obra, siendo esta la última Catedral colonial en América.
Así como los católicos de entonces, con tenacidad y sacrificios, comenzando en 1747 hasta el 1860, nos regalaron ese hermoso Templo, que hoy nos enorgullece, sus descendientes, deberíamos de ayudar para restaurar su exterior, el cual no se ha pintado por muchos años, desde que una noble familia leonesa, residentes en California, pintaron su fachada. Esta es una obra que requiere de mantenimiento permanente y somos nosotros, los católicos de Centroamérica -hoy por la Catedral de León, mañana por las vuestras-, ya sean que residan aquí, en USA, CANADA o EUROPA, los llamados a enviar su contribución a la “Fundación Ortiz Gurdian”, que así como realizaron una excelente labor de restauración de su arte, podrían hacerse cargo de su mantenimiento.
Les invito a visitar León, su Catedral y muy en especial ese tesoro pictórico que guardan sus naves, así como el Patio del Príncipe, una pequeña construcción de cuatro corredores, que según dice la historia, fue lo primero en construirse, para que sirviera de taller y refugio durante la construcción de la Catedral. También les recomiendo visitar la pinacoteca de los Obispos, la Salas de Almoneda y la sillería coral. Y suban al techo, la vista de la Cadena Volcánica de Los Maribios (Chonco, San Cristóbal, Apastepe o Casita, Telica, San Jacinto, Rota, Cerro Negro, Pilas, El Hoyo y Momotombo), les invita a visitarlos y es en sí, una aventura que apetece a jóvenes valientes que vienen a Nicaragua especialmente para escalar los volcanes.
Es necesario que todos aportemos para rehabilitar y restaurar nuestras joyas arquitectónicas, Apelo a la Fundación Ortiz-Gurdian y al Obispo César Bosco Vivas y Robelo, quien ha sido el alma de la restauraron de la Catedral, a dar ideas de cómo los leoneses de adentro y del exterior, pueden aportar a un fondo comunitario que ayude a esas macizas torres de la Catedral, capaces de soportar la acción destructiva de los sismos y los siglos.