Granada, Nicaragua
Augusto Cermeño
La fiesta hípica granadina resultó sencillamente ¡espectacular y grandiosa! dejando impresionados a los miles y miles de granadinos y visitantes que observaron el evento a lo largo de las calles recorridas por corceles de todo calibre.
El mismo Alcalde de la ciudad, ingeniero Eulogio Mejía Marenco, impresionado por la masiva asistencia de montados, se atrevió a calcular más de 3 mil jinetes, superando la asistencia de otros años. El impacto de los cascos sobre el pavimento, dejaba escuchar un sonido metálico, producto del golpe de las herraduras de hierro que calzan las bestias.
Se dejaron ver los montados en caballos de campo, caballos encastados; caballos pura sangre españoles, árabes y andaluces, por cierto muy costosos. Un animal de estos, pura sangre, escala precios que podrían llegar hasta los 100 mil dólares cada uno.
Multitud y caballos, el problema de siempre
Cada año observaos una multitud que se lanza a la calle para caminar al lado de los animales, en una permanente exposición a ser aplastados por los pesados corceles o, cuando menos, con los pies destrozados por el impacto de los cascos o el riesgo perenne de ser pateados y viajar rápidamente al hospital con los huesos destrozados.
Pero la gente no entiende, quieren ir entre los caballos, hacer el recorrido por más de 20 cuadras, desde el Estadio Roque Tadeo Zavala hasta la Plaza de la Independencia. La policía, que guardó el evento en gran número, se vio incapacitada para evitar tal situación.
Los caballistas siguen su marcha, mostrando con orgullo sus ejemplares y pasan saludando al Alcalde, que tiene su palco personal frente al Palacio Municipal, donde se le ve rodeado de sus funcionarios de confianza, incluyendo a su jefe de campaña, Domingo Salazar.
En la hípica nos encontramos con caballistas bien satisfechos por el resultado de todo un proceso de organización, como lo vimos en Emilio Ramírez Villalobos, directivo del Club Hípico de Granada, quien no escondió su felicidad de que todo haya resultado un éxito.
También conversamos con don Roger Barberena Garay, un hípico de los tiempones de don Enrique Callejas (qepd), un verdadero centauro granadino que se fue al otro mundo montando en su mejor corcel.
El guaro y la gran compañía de licores, cervezas y celulares afean la ciudad
Algo que no se puede ignorar, por cualquier parte del recorrido de la hípica, es el gigantesco culto al Dios Baco, que se puede ver, sentir, respirar a cada paso. Florecen en los bulevares y postes de luz, al lado de las aceras, los rótulos de diferentes marcas de licores y cervezas.
Los celulares parecen entrar con mucho vigor y colorido en esa competencia mediática, publicitaria, por llamar la atención de los consumidores que caminan tras los animales o a los que montan los corceles.
La atmósfera esta invadida, contaminada, por el olor a ron y cerveza. Los celulares no se quedan atrás, aunque muchos ciudadanos adoptan medidas de seguridad para no perderlos a manos de ladrones que pululan entre la multitud.
Una de las medidas es dejar el celular y la cartera en casa, desconectarse y evitar ser víctima de los ladrones. Pero no es raro ver a algunos jóvenes luciendo su costoso aparato de comunicación, con internet, cámara fotográfica, de video y radio. Más de un pillo les “echa el ojo” y termina por hacer suyo ese costoso aparato.
El otro elemento que también nos llama la atención es lo desastrosa que queda la ciudad, lo que significa más trabajo para los pobres trabajadores, barredores de calle, que reciben paga cada dos o tres meses.
Con todo y esos elementos negativos, la hípica resulta ser una verdadera distracción de las masas, que logran tener a su alcance una válvula de escape a una situación traumática de carestía de la vida, de energía costosa y de escasas fuentes de empleo.
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