Granada, Nicaragua
Por: Augusto Cermeño
7 de Abril 2022
“Todos los viernes de cuaresma a eso de las 4 de la tarde, la imagen de Jesús de Nazareno, de la Iglesia de San Francisco, se llevaba en procesión desde San Francisco hasta la iglesia de Guadalupe”, escribió el historiador y costumbrista Pio Bolaños.
Siguiendo con esta referencia que nos diera en su artículo sobre la Cuaresma y Semana Santa, el poeta Enrique Fernández Morales, estamos tomando del historiador Pio Bolaños algunos comentarios e lustraciones muy pintorescas y detalladas, sobre el Viacrucis de San Francisco.
Según Bolaños “el viacrucis de San Francisco de aquel tiempo presentaba una especie de encanto sobrenatural para la chiquillería que lo presenciaba”. Según el historiador, “era una sencilla y reverente manifestación del pueblo granadino, que mostraba en las tardes de Cuaresma, el fervor y la sinceridad de sus creencias religiosas heredadas por sus antepasados”.
Describe el historiador que “Jesús con la cruz a cuesta llevada en andas iba adornada con flores llamadas las burriquita. Los muros (de San Francisco) adornados con estas flores moradas y las de corozo, de color amarillo y fuerte aroma, y de otras clases de flores. Igual se adornaban las calles por donde pasaba la procesión, erigiéndose, además, altares improvisados para rezar las estaciones del Viacrucis”.
Bolaños se muestra muy impresionado por la combinación de colores de las flores (moradas, amarillas, el blanco del Jazmín, el rosado de las rosas de Jericó) “mesclados estos al verde de las ramas de Pacaya y de las hojas de plátanos, que formaban un cuadro maravilloso”.
Agrega Bolaños: “El sol hacía lo suyo, proyectando los rayos del sol de esas tardes, que resultaban haces de luces sobre las hornacinas y los altares, poniendo de relieve la faz del Nazareno”.
El resplandor sobre el Nazareno, de oro y planta, rayos lumínicos, “mientras la fragancia de las flores y el humo del incienso inundaban el ambiente del barrio de San Francisco. En cada una de las 14 estaciones, cuando se rezaban las preces rituales, la concurrencia se arrodillaba sobre el suelo de la calle, cubierto éste de pétalos de rosas y de maíz y trigo tostados, formando una especie de vistosa alfombra tendida a lo largo de la calle, y la humilde orquesta deja oír suavemente las notas del Miserere”, relata Bolaños.
Agrega que el Viacrucis de San Francisco, “después de recorrer varias calles, entraba a la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, cuando el sol va trasmutando el horizonte, y las primeras sombras de la noche empezaban a caer sobre la ciudad”.