Granada, Nicaragua
Por: Augusto Cermeno
Es realmente increíble lo que un médico puede hacer depositando sus conocimientos en la fe cristiana. Personalmente creo que la obra de un médico puede trascender de lo científico a lo milagroso cuando su sabiduría, sus manos, son guiadas por nuestro Señor Jesucristo.
Me siento como alguien que puede dar testimonio de eso cuando estuve al borde de la muerte, por causa de una enfermedad cardíaca que a los especialistas les indicaba que mis días estaban contados. “Tres o cuatro meses te damos”, fue el frio diagnóstico de un cardiólogo que reviso mis placas, eco cardiogramas y exámenes de sangre.
Gracias a Dios, esas lapidarias palabras del medico, no afectaron mi estado de ánimo, ni me causó tensión alguna ni preocupación, que de darse pudo ser fatal. El derroche de sinceridad del especialista fue cuando sufrí un accidente en el lago, cuando el Huracán Mitch (1998).
En ese período, cuando andaba cumpliendo mi labor periodística en Malacatoya, despues de sortear grandes peligros, navegando en las poderosas corrientes de un rio desbordado que arrastraba todo tipo de despojos silvestres (arboles y todo tipo de animales), llegamos a la bocana del río, donde las olas creadas por los fuertes vientos se alzaban contra nuestra pequeña embarcación que termino volcándose. Con todo y mis herramientas de trabajo (cámara y grabadoras), una mochila militar conteniendo ropa, me fui al fondo del lago y gracias a mi conocimientos de natación, desde mi edad infantil, logre salir a la superficie, pero con mis pulmones llenos de agua.
Al salir a flote, me sentía hecho un desastre, cansado y con muy poca resistencia. Recuerdo que coloque las yemas de los dedos de la mano sobre el afilado borde el bote volteado, donde mi compañero de aventura, mi improvisado camarógrafo, Armando Espinoza, estaba sobre la panza del bote, bien asegurado y le pedí me ayudara a ponerme a salvo porque no soportaba el peso de mi cuerpo sostenido en el borde del bote a motor que se balanceaba entre las fuertes olas lacustres. Armando me auxilio y poco tiempo despues llegó una lancha de la Cruz Roja a rescatarnos.
El accidente fue el 29 de octubre de 1998. En ese momento los rayos del sol bañaban débilmente el ambiente, eran como las 5 de la tarde y llegamos al muelle de Granada como a eso de las 7 de la noche. Fuimos trasladados al Hospital Amistad Japon Nicaragua por una ambulancia que nos estaba esperando. Entre los accidentados, recuerdo al entonces concejal Róger Valdez, Armando Espinoza, el también concejal Marlon Otero y un par de oficiales del ejército.
A pesar de las dolencias propias del accidente, logre escribir una crónica para EL NUEVO DIARIO, que daba algunos detalles de la aventura en el lago. Por cuestiones de seguro social logre un traslado el Hospital Militar. En esos días, cuando recibía consulta médica en el Hospital Militar Alejandro Dávila Bolaños, recuerdo que el doctor me dio su brutal diagnóstico, diciendo que solo me quedaban tres meses, porque el corazón lo tenía bastante crecido con una cardiomegalia.
Pasaron 12 años y quien suscribe estas lineas seguía vivo contra todo pronóstico del cardiólogo. Los tres meses de vida que me aba el doctor fueron superados gracias a Dios. No puedo decir otra cosa cuando la ciencia te da por muerto y seguís sobre este mundo.
En mayo del 2010, fui atacado por un problema similar, solo que no estaba seguro de qué era lo que me estaba atacando. Me atendieron varios médicos, tomé una montaña de medicamentos pero seguía igual. No podía caminar ni media cuadra y parecía morir cada día. Las noches eran tremendamente largas, porque no podía conciliar el sueño, debido a problemas respiratorios y una tos terrible que me atacaba cuando me acostaba. Debía sentarme y dormitar sentado en el borde de la cama. Volvía a acostarme y volvía a sentarme. El problema fue familiar, nadie, con excepción de mi esposa e hijos, se enteraron de lo que me pasaba.
En una de tantas, llegó mi hermana Cecilia, casada con Dionisio Gallo Morales, quien se preocupó por mi situación. Pude verme al borde de la muerte. Todos los medicamentos que me habían recetado no surtían ningún efecto curativo, mas bien me hacían sentirme peor y fue entonces cuando comencé a contar mis días. Mi hija Karla, quien reside en Estados Unidos, me ayudó con un dinerito para costear un poco los costosos medicamentos.
Igual atención tuve de María Elena Fonseca Ferretti y de sus hijos (Oscar y Francisco), fueron muy atentos y solidarios, algo hermoso en algunos seres humanos que caminan sobre esta tierra. Se sumaron a esta manifestación de hermandad y solidaridad mis hermanas Nancy y Nelly Guadalupe, mi cuñada Rosario Blandón, esposa de Spencer José. Todos ellos, como mandados por mi padre Celestial, actuaron y apoyaron, lo que agradezco eternamente. Dios sabrá corresponder a esas inclinaciones altamente cristianas.
Pero el broche de oro, lo da el doctor Pio Francisco Meléndez, con su actuación altamente profesional. Fue el que me sacó del infierno en el que me hundía cada día más. Mi hermana Cecilia, mi ángel celestial de carne y hueso, sangre de mi sangre, me llevó a este maravilloso médico emergenciologo Meléndez, quien tiene su clínica poco antes de llegar a donde fue el taller de don Silvio Hernández. El dio en el clavo y me diagnostico una cardiomegalia en grado 4, por lo que me mando a ser asistido por un cardiólogo de Masaya que me recetó medicamentos muy costos que debí interrumpir por falta de plata. Pienso que todos esos medicamentos fueron sustituidos por “la mano de Dios” que ha estado presente en mí, en todo momento.
Como dice el doctor Odell Gallo Morales, cardiólogo que ejerce y reside en Argentina: “Dios te quiere mucho, por eso estas vivo”. Gallo Morales me recomendó hacerme una placa y el mismo doctor Meléndez, una vez que leyó el resultado de la misma, en el Hospital Amistad Japón Nicaragua, el 9 de enero 2012, se mostró impresionado.
El doctor Meléndez no daba crédito a lo que estaban viendo sus ojos en la placa: La cardiomegalia se bajo de grado 4 a grado 2. En la actualidad camino hasta 4 kilómetros, dos días a la semana. No experimento el cansancio de antes, duermo normal y Dios me sigue queriendo para realizar mi mision en esta tierra.
Doctor Gallo interpreta el milagro médico
El doctor Odell Gallo Morales, interpretó el milagro médico que me puso fuera del alcance de la cacastuda comenzando con una cita bíblica: “Cuando el Maestro estaba con los discípulos, posado frente al mar. Los discípulos admirados le preguntaron que cómo era la fe que debían tener ellos. El Maestro les respondió: si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, ese mar que esta ahí, lo pasarían hacia la montaña y la montaña al lugar del mar.
El árbol de mostaza es un árbol enorme. Les estaba diciendo que debían tener una fe grande para poder creer en sus milagros que estaba realizando en su peregrinar de tres años, de sanar, de resucitar a los muertos, hacer ver a los ciegos, etc., etc.
Los sabios de los sabios, Newton, el que descubrió la Ley de la Gravedad; Cristóbal Colón, cuando vino a América, él pensaba que Dios le revelaba que la tierra era redonda, y todos los eruditos, los grandes estudiosos decían que era triangular, cuadrada y jamás dejó de mirar a Dios, el que hizo todo.
Cristóbal Colon, al dar la vuelta al mundo se dio cuenta que la tierra era como él pensaba que Dios se la había imaginado. Dios, lo llevó al mismo punto, en Génova. También Dios manifestó a Newton, la Ley de la Gravedad.
Entonces nosotros los médicos, yo soy un médico eminentemente creyente. Nunca voy a tratar a un paciente sino invoco al médico de los médicos, sabio de los sabios, lo pongo primero. Siempre en mis 33 años de vida profesional, nunca jamás he errado un diagnóstico.
Dios siempre me ha dado el diagnóstico. Yo confío en el sabio de los sabios. Le digo: Señor que tu sabiduría, que baje de lo alto, dámela Padre, para que yo por tu intuición, de el diagnóstico preciso de éste enfermo, de éste tu siervo. Tú como el médico de los médicos te pido que me des todas las instrucciones de lo que tenga que hacerle y yo lo hago todo en paz y esto me ha dado muchísimos frutos.
Me he quedado admirado de los estudios suyos, Augusto, y ver que ahí, en la placa, la cardiomegalia gigante, no hay nada que hacer, únicamente, para el médico, esperar el colapso total y súbita muerte. Lo que ha pasado en usted es que hay una mano sobrenatural y su fe ciega de hacer 100% o nada. O sea que uno tiene que poner de su parte el 100%, para poder tener una manifestación de Dios en nuestras vidas, para que él se manifieste recobrando su salud como la ha recobrado usted. Que el Señor lo bendiga y que sea eminentemente consagrado a esta profesión que Dios le ha dado que es linda, maravillosa y que pueda sentir cada vez esa mano poderosa que no lo va abandonar nunca. Usted va estar protegido hasta que Dios lo llame de este mundo”.