Granada, Nicaragua
Por: Augusto Cermeño
José Esteban Duarte Alba, conocido popularmente como “El Conejo” se retiró a descansar después de 33 años “botando muertos”. Calcula que llevó al panteón al menos un muertito diario, 365 por año, para un total de 12 mil 45 cadáveres.
Al Conejo lo encontramos tranquilamente sentado en una banca del Parque Central Colón, muy relajado y luciendo su típico sombrero, muy al estilo de los años 40.
“El Conejo” se siente muy orgulloso del peculiar trabajo que realizó por más de tres décadas, sobre todo que le tocó llevar en el negro coche fúnebre.
“Me di el lujo de llevarme en el coche a don Carlos Martínez Rivas, Pablo Antonio Cuadra, Lorenzo Guerrero Mora, La Marucha y Heberto Portobanco”
El Conejito se siente muy orgulloso del trabajo que desempeñó por 33 años y hasta nos dice: “Me di el lujo de llevarme en el coche a don Carlos Martínez Rivas, Pablo Antonio Cuadra, Lorenzo Guerrero Mora, La Marucha y Heberto Portobanco”.
Recuerda que esos entierros fueron muy concurridos, destacando las solemnidades presidenciales que se le dieron al cortejo fúnebre del poeta Martínez Rivas, con la actuación, incluso, de la brigada ceremonial del Ejército de Nicaragua y de la Academia Militar.
Recuerda que a Mariana Sánchez “La Marucha” la fue a sacar del Reparto La Sabaneta, una mañana, siendo para él “un entierro grandísimo. Vino Carlos Mejía Godoy, quien se instaló en la esquina de Pancho Modestano, que comparte el Colegio Salesiano, donde le cantó la “María de los Guardias”.
“En el cementerio le cantó varias canciones. También enterré al difunto Francisco Heberto Portobanco Guillén, el gran manager, que fue, del Granada, también “El Conejo” se lo llevó. Me llevé a muchos personajes, papá, ahora ya estoy descansando, aquí sentado”, dijo con los aires propios de que su misión fue cumplida al pie de la letra.
Respecto a la cantidad de difuntos que llevó a la morada eterna, dice que su promedio es uno diario, pero a veces hacía más, cuando le salían uno en la mañana y uno en la tarde. Cuando le salían más en una sola mañana, “tenía que ir yo y mis dos hijas: la Carmen y la Johana”.
Carmen y Johana, según “El Conejo”, se retiraron y manejan un coche que tienen del cual “vivimos, nos mantenemos”. Dice, haciendo gala de su buen humor, que ahora le toca “ver pasar los entierros”. Reside en el Reparto El Rosario, donde su ubicación residencial es punto de referencia para dar direcciones en ese reparto ubicado al sur de Granada.
Agradece a su tocayo José Daniel Ortega Saavedra el tener su casita en El Rosario
“El Conejo”, se muestra muy agradecido, que a sus 81 años, está viviendo en su propia casa, gracias a su tocayo José Daniel Ortega Saavedra. Dice que se retiró hace dos años (2010), al cumplir 79 años, del oficio de conductor de coches fúnebres.
Respecto a su casa, recuerda que el lugar donde vive, en El Rosario, lo loteó su amigo José Dionisio Cuadra Kautz, pero cuando vino la Revolución, le dieron el lugar, lo que agradece “porque desde entonces no ando rodando”.
“Si no ha sido por él –Daniel Ortega- muchos, miles no tuviéramos nada. Aquí anduviéramos sólo con una bolsita, un saquito y un par de caites, como era antes, que les llamaban zapatos de tres puntadas. Porque al que se ponía caites de hule, era buen caite. Todos los quedaban viendo como con envidia. Mi abuelo usó de los caites de vaqueta, yo logré ver eso y a mí me ponían unos caitecitos bonitos, de tres puntadas”, recordó con mucho cariño y alegría esos tiempos, que a la vez denotaban el estado de miseria que reinaba en los humiles hogares nicaragüenses.
También recuerda que “La Marucha”, era la campeona de todos, porque siempre anduvo descalza y no era precisamente por falta de reales porque le sobraban amigos que se los ofrecieran pero ella siempre prefirió andar con el pie en el suelo.
Hablando el entierro de “La Marucha”, dice que ha sido el entierro mas descomunal que ha visto en Granada, superando a jefes de Estado, intelectuales muy reconocidos y estimados por la población, a managers como Heberto Portobanco, que en muchos partidos hizo estallar de alegría a los fanáticos, con sus triunfos, sus estrategias y tácticas que le permitieron cosechar triunfos tras triunfos tanto dentro como fuera del país.
Claro que Francisco Heberto, amado por todos, también tenía sus reflujos, por fallas humanas en la conducción del equipo, lo que la fanaticada muchas veces castigó en forma grosera. Pero Heberto fue siempre amado, a pesar de las fallas, solo que el día de sus funerales asistieron muchos, pero no tanto como ese pueblo que desbordó las calles de Granada y hasta logró atraer a Carlos Mejía Godoy, quien le dedicó una canción. Ese recuerdo está en la memoria de “El Conejito”.
Se llevó a “Jesús” y al “Diablo”
“El Conejo” desempolvó una anécdota, que fue el entierro de don Armando Castro, el que hacía el papel de Jesús en la Judea. Sus amigos, en broma y en serio le decían: ¡que jodes! te distes el gusto de llevarte a “Papa Chú”.
Además le dijeron que no se contentó con llevarse a Jesús, sino que también se llevó “al Diablo Zelaya”, en referencia al doctor Enrique Zelaya.
Con tanta cosa, en broma y en serio, “El Conejo” tiene sus dudas respecto a que si “Papa Chú” lo recibirá en el cielo, con tantas cosas tristes que le ha tocado realizar en este mundo.
De los granadinos tiene la impresión “de que siempre me han querido y me quieren”. Su popularidad es tal que “hasta los extranjeros se asustan, porque en cualquier parte que vaya me saludan: ¡Conejo, Conejo! y yo solo les digo: ¡oye, oye! y el gringo agarra también eso y me saludan”.
“El Conejo” nació en la calle de El Tamarindo, trabajó para las funerarias de Mercedes Castillo, en calle El Consulado, Funeraria Bustamante, Amanda Otero y terminó en la de don Miguel Mayorga Arana, que es la funeraria María Auxiliadora, ubicada por el Colegio Salesiano.