Alaska
Por: Juan Roblero
Descansa la ciudad con ojos cansados,
después de una noche de trueno, orgía y ron.
El nacimiento de un niño fue sólo un pretexto
para dar rienda a nuestro instinto carnal
por el cual este niño divino pagará con la muerte.
En este día de baile, música estridente,
presentes y mucho “disfrute” se celebra de todo
y el espíritu en sí, suspira el derroche.
Noche especial cuando todo por dentro parece en paz,
se saluda el pobre, se abraza el que tiene,
pero siempre en las calles algún Jesús se encuentra
tirado, mal oliente y con la panza vacía.
Quién lo abraza, quien le dice feliz navidad.
Y en aquella casita de remiendos de pena
¿habrá llegado algún pequeño recuerdo?,
¿se habrá cocinado aunque sea un pollo de viento?;
¿habrá tenido noche buena aquel solito sentado en el parque?,
tendrá su historia grande o pequeña,
pero por dentro como estará.
Y aquel que anda en el campo repartiendo plomo
¿tendrá navidad en esta noche que debiera ser en verdad…
de amor y de paz.
¿Cómo te sientes Dios mío, allá en el "cielo"?
¿celebras o siempre te encuentras sufriendo nuestra miseria humana?
Vende el comercio su producto de lujo
y el pobre exprime su bolsa para aparentar que puede darse ese gusto,
aunque después grite su desgracia al cielo.
Gracias señor, por hacer a cierta gente pobre de espíritu,
con el corazón de cariño sincero;
aquellas quienes tienen un abrazo sonriente,
sin mostrar únicamente los dientes.
Gracias señor por llegar a todas las casas
que esperan gozosos el hermoso presente
doloroso sacrificado en la cruz.
Gracias señor por venir a darte una vuelta a la tierra
a soportar a la gente que jubilosa
espera ganar su lugar ahí a tu lado y te deseo
¡FELIZ NAVIDAD!