Departamental
Managua, Nicaragua
Augusto Cermeño
Un tremendo caos se produjo ayer (jueves 17 de marzo 2016), a eso de la 1:15 de la tarde en la carretera Managua a Masaya, tras darse un embotellamiento de automotores producido por el roce de dos furgones que halaban rastras cargadas de adoquines, propiamente en la rotonda del kilómetro 14.
Lo que más llamó la atención fue la ausencia de las autoridades de tránsito, su inutilidad para resolver ese problema, que en buena parte fue dejado en manos de los que dispusieran los conductores de todo tipo de vehículos que en el apuro de buscar desesperadamente una salida al problema, se lanzaban sobre el boulevard y contra la vía, haciendo cada vez más caótica la situación.
Logramos ver a un patrullero policial tratando, inútilmente, de guardar el orden en la vía, pero ante semejante afluencia de vehículos, cualquier iniciativa le resultaba inútil. Nos puso a pensar un poco por qué la autoridad policial de tránsito, no desplegó un equipo de patrulleros, para comenzar por desatar el nudo que se formó donde estaban las rastras cargadas de adoquines, frenar el tránsito en las entradas y salidas y dar curso a la circulación vial en la rotonda del kilómetro catorce.
El Gobierno que ayer, en Managua, realizó simulacros de terremoto, debió de orientar a las autoridades dar prioridad al caos formado en el kilómetro catorce, que perfectamente, en una situación de terremoto, pudo ser un elemento de incalculables resultados desastrosos.
No se hizo eso, pero debemos reconocer la participación de una mujer policía, de tránsito, que llegó al lugar, con otros uniformados, a buscar cómo solucionar el problema, después de dos horas y media de caos vial. Ellos lograron desatar el nudo en la rotonda y poco a poco la circulación vehicular se reactivó.
Gracias a Dios no sucedió nada, no hubo más accidentes, a pesar de la actuación irresponsable de los conductores, sobre todo vehículos pesados, que cruzaban de uno a otro lado del boulevar, a riesgo de colisionar con otros vehículos.
Se notó la desesperación de estos conductores, actuando por la libre, sin regulación policial, en una situación tan aflictiva y sin policías que ayudaran a ordenar las cosas. Lo que nos pasa en la imaginación es la desesperación de cada quien por salir del atolladero, sin medir las consecuencias de su actitud inmadura y poco pensada. Sería terrible pensar en una cosa peor y en tanta incapacidad de las autoridades de policía, en general. Importante reconocer la actuación al final, de los policías que actuaron con inteligencia, diligencia y presteza. Ellos merecen un reconocimiento público.