Departamentales
Granada, Nicaragua
Por Augusto Cermeño
Ana María López Cano, vino a Granada a la edad de 5 años, y lleva 21 años de vivir en la Gran Sultana, siendo una de tantas víctimas infantiles de la droga (pega) que llegaron a esta ciudad colonial nicaragüense.
En esa época, deambulando por las calles, bajo los efectos de la droga, sin que nada ni nadie dieran auxilio a estas criaturas de Dios que crecieron en un mundo inhóspito y repleto de peligros. Ella recuerda que vino “aquí cuando era una niña todavía”.
A Ana la vimos en el parque central Colon, vestida como un varón, de gorra, hablando como “un muchacho”, pero logramos descubrir su condición de mujer cuando nos dijo que “vine a Granada cuando era una niña todavía”. Nos explicó que se vista como varón para realizar la labor de “lustrador”.
Ángeles en el camino
Solicitamos sus servicios y ella accedió con gusto, así como concedernos entrevista y hablar de cómo llegó a Granada, comenzando por decirnos que es hija de un comisionado de policía. Ahora, siente que ha dejado el vicio de las drogas, “de todo tipo de drogas que existía en mi cuerpo: mariguana, la cocaína, que no solo la probé, sino que la vendía; olí pega, bebía licor y hasta el señor me iluminó y puso en mi camino unos ángeles”.
El encuentro con los ángeles fue “hace como un año (en el 2015) y cinco meses. Yo andaba en la adicción, me daban ganas, no sé, atentaba contra mi vida, me bebía un poco de pastillas para intoxicarme, pero unos ciervos del Señor que me puso den el camino, hablaron conmigo, me dijeron de que había un Dios, que todo era posible, pero yo le decía: ¿cuál Dios?, si Dios ya murió, pero ellos me decían: no es el Señor que está vivo en tu corazón”.
Ana les respondió a “los ángeles”, con un “que Dios y que nada. Me llevaron a un reto, el primer reto que yo fui, me sentí diferente. Yo dije: no, ya no, voy a seguir. Cuando fui a eso. Fui y dije: yo ya no voy a seguir en eso”.
El bautizo
Ana se bautizó por agua, se fue a un encuentro y luego fue a estudiar en una academia, en la que logró promocionarse y desde ese momento “comencé a servir al Señor. Doy gracias a Dios que no soy lo que fui antes, sino que ahora soy una nueva criatura de Cristo Jesús…”.
Le dice a todos sus viejos compañeros, “a los que me encuentro, de que hay un Cristo que lo puede hacer todo, que ese Cristo está vivo, no está muerto, porque le digo: mire lo que pudo hacer en mí, después de doce años que anduve en esa adicción de toda droga y ahora, mírenme, tranquila…”.
Nos relata que cuando pasa un policía cerca de ella, le dice “adios Anita, te felicitamos, seguí siempre así y yo le digo: durante el Señor me tenga viva, seguiré siempre siendo firme, sin volver a ver atrás, siempre seguir firme viendo hacia adelante, hasta el último día”.
Mientras estuvo en el vicio, recuerda que enfrentó problemas con la policía, con la gente, “que me decían de que yo les robaba, pero yo pudo andar en mi vicio pero trabajaba. Los primero diez pesos que yo conseguí, salía corriendo a buscar la pega, no comía. Mi desayuno era la pega, almuerzo pega y cena pega y al dormir pega”.
Intento suicidarse
“Cuando comencé, estaba alucinando que estaba platicando con el enemigo. Y que el enemigo me decía: tírate, tírate y casi me tiro del puente de Palmira, pero hubo alguien que me detuvieron, para que no lo hiciera porque, realmente, está dispuesta, porque decía que me iba a tirar porque la policía me viene siguiendo…”.
Recuerda que cuando estaba por lanzarse al precipicio, metida entre los tubos del pasamano del puente, “alguien me jaló de la camisa y me guiñó para atrás. En ese tiempo dormía en las calles, en cualquier parte, no me importaba donde amanecer”.
Fue bastante sincera al decirnos que no tenía miedo de nada, sobre todo de que algún vicioso o depravado sexual la abusara. “No, porque como estaba bien perdida, ni sabía, ni sentía lo que me pasaba y no me pasaba”.
Acepta que le pudieron suceder cosas pero que “no me daba cuenta porque andaba siempre bajo la adicción de la pega. Pero ahora que me vieron unos ángeles que me puso el señor, me enseñaron esos caminos lindos, a como los pastores que tengo, que siempre se están preocupando por mí, por qué no he ido a la iglesia, pero verdaderamente si me gusta lo que soy ahora y no lo que era antes”.
Ana María es originaria del barrio Jorge Dimitrov, en Managua, siendo hija del comisionado Bismark Antonio Lopez Bermúdez y Gela María Cano Sandoval. Dice que su padre es jefe de la policía, Estación cinco, “Gancho de Caminos”, del Jorge Dimitrov.