8 noviembre 2024

A propósito del 13 de octubre, fecha del aniversario de Asalto al Cuartel de San Carlos

Politica

Granada, Nicaragua

Por: Augusto Cermeño

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Portada del libro «Pendiente de un hilo», de Bosco Centeno. Lo vemos caminando a la par de Eugene Hassenffus, en los 80…

El 13 de octubre es una fecha memorable, en la historia reciente de Nicaragua, por lo que es importante tomar muy en cuenta este hermoso recuerdo de lo que fue una especie de estallido insurrección en Nicaragua, que alcanzó a los más recónditos lugares de una Nicaragua atribulada por la acción de un régimen nefasto, fascista y dictatorial.

Este estallido llegó casi de inmediato a Masaya, con la toma del cuartel de la Guardia Somocista en esa ciudad nicaragüense, ubicada a solo 30 kilómetros de Managua, retumbando en los oídos del tirano, que comenzó a escuchar una música desagradable para el tirano, que ya se hacía gobernando Nicaragua “For Ever”, porque llegó a pensar que el FSLN estaba listo y no era contendiente para su guardia privada, la Guardia Nacional (GN).

La historia no se hace sola, la hacemos todos y cada uno de los nicaragüenses que participamos en ella, y en esta gesta, la de San Carlos, que fue el inicio de la Jornada “Octubre Victorioso” lanzada por el FSLN en procura de comenzar a decir a Somoza que el frente Sandinista estaba no solo vivo, sino que iba para adelante con todo un pueblo en armas, a derrocarlo.

Este es el momento para recordar a esos héroes que participaron en esta gesta y nada mejor que tomar el testimonio de los que participaron, entre ellos Bosco Centeno, quien ha llegado a escribir un libro, titulado: “Pendiente de un hilo”.

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Bosco Centeno

En este libro, Bosco no solo narra su participación, sino que pone de manifiesto todo el tejido de un plan en el que él fue llamado a participar, y nada más ni nada menos, que fue el poeta Ernesto Cardenal, quien le participó sobre planes del FSLN.

Ernesto Cardenal le habló del plan y le pregunto si le gustaría participar 

Vamos a continuación a extraer un poco, buena parte del primer capítulo del libro de Bosco Centeno en el que hace referencia a la acción de San Carlos:

“La tarde en que me llama Ernesto al corredor de la biblioteca para plantearme muy seriamente que el Frente Sandinista está planificando acciones importantes, y preguntarme, de forma oficial, si quiero participar en ellas, acciones que cambiarían las injusticias del país, yo recuerdo no haberme sorprendido ni asustado pues me he estado preparando para ese momento casi desde que vine a Solentiname en 1973.

He leído en la biblioteca de la comunidad, el libro Sandino General de Hombres Libres, de Gregorio Selser, todos los escritos del Ché sobre lucha de guerrilla, conozco al dedillo la revolución cubana y estoy convencido, como el resto de los muchachos de la comunidad de que la única forma de terminar con el somocismo es la lucha armada. Hemos hecho pequeños cursos de conspiración con el amigo peruano Gigi Varse, luchador clandestino en su país y tenemos ya algunas nociones sobre lo que hay que hacer si somos capturados. Laureano (Mairena) siempre ha dicho que eso de caer preso no es con él, pero asiste atento a las charlas que resultan ser de gran valor para lo que viene. Me dice Ernesto que hay que hacer un viaje a Costa Rica y que espere instrucciones de Alejandro”.

De esta manera Bosco Centeno hace un viaje a Costa Rica “a un curso de capacitación en artesanías”. En este grupo viajaron juntos Laureano, Alejandro y Bosco. Julio Ramón entra a Costa Rica por un punto ciego de la frontera y su ruta será Papaturro-Upala-Liberia-San José.

Laureano y Bosco finalmente viajan en Ticabus a Costa Rica y se hospedan en la pensión “Central” a una cuadra del Parque Central de San José. Este fue un día como de diversión o de despedida de la vida pública para pasar posteriormente a una vida clandestina.

“Al día siguiente lo recogen en Jeep René Tejada “Tejadita” que usaba el seudónimo de “Guillermo”. Nos pasea por casi dos horas dándonos instrucciones de cerrar los ojos en algunos trechos como medida de precaución para que no conozcamos la ubicación de la casa de donde nos llevan. Allí encontramos que el responsable del grupo es Israel Lewites con el pelo largo, bigotes y anteojos gruesos y a quien Richard Lugo bautiza como “Pequeño Veneno”, ya que él nos imparte las clases sobre explosivos”.

Revela en este capítulo que “al caer la tarde, Israel se aparece al cuarto donde estamos con una sub-ametralladodra M-3 y nos da instrucciones sobre su manejo. Organiza el horario de posta, nos advierte que el arma está descargada, ya que en Costa Rica no corremos peligro y nos asigna un área de vigilancia advirtiéndonos que si notamos algún movimiento raro le avisemos de inmediato. Es mi primer encuentro con un arma de combate y me impresiona; nos sentimos guerrilleros y el olor a aceite y a pólvora del cañón me embriaga y me hace sentir dichoso. Esa es mi primera guardia guerrillera y yo no quiero que se acabe para no tener que devolver el arma. Y los que entonces tuvimos la fortuna de ser guerrillero recordamos esa primera posta tan vivamente como el primer beso de amor”.

Algunos participantes de la gesta

“Al día siguiente somos trasladados a una casa en un cerro a dos hora de San José (Costa Rica) a donde va

llegando poco a poco el resto del grupo casi todos de goma: los hermanos Ferrey (Alvaro, Antenor y William), Julio Ramón Guevara, Manuel Arcia, Julio Mairena, que había sido del Club Juvenil de Solentiname, hijo de Marcelino quien vivía hacía algún tiempo en Laurel Galán cerca de San Carlos, está Freddy Sovalbarro, Ernesto Medrano, quien había recibido un disparo en el abdomen en una riña y se haya en recuperación, llegan  también William González, el “Chaparro Emiliano”, Edén Pastora y Richard Lugo”.

Luego Bosco Centeno nos dice como está organizada la escuela en la que están ellos recibiendo sus clases de guerrilla la cual está organizada de la siguiente forma: “el “Cero” Plutarco Hernández, quien es el jefe,  “El Uno” Israel Lewites, “El Dos” “Tejadita”, y dos compañeras cocineras. Hace un frío de páramo pero tenemos colchones y frazadas. Es una hermosa casa de campo rodeada de cerros cubiertos de neblina por las tardes, la que bien entrada la mañana se despeja dando paso a los variados verdes de la montaña. Las tareas básicamente consisten en ejercicios gimnásticos (pechadas y sentadillas por centenares) que después nos producen dolor, ya que no estamos acostumbrados. “Tejadita” goza sacándonos el último aliento y todos participamos. Aunque casi todos nos conocemos, nos asigna un número y por él nos llamamos. Hacemos guardia como una hora cada uno pero la posta pesada es la de la madrugada cuando el frío y la neblina hacen que la ropa en vez de protegerte, te aumente el frío, porque, al parecer, se empapa”.

Pastora “hizo trampa”

Luego el relato continúa con la guardia que le tocaba a Edén Pastora de quien dice lo siguiente: “éste toma el reloj, lo adelanta y se lo entrega a “Chop”, quien hace guardia doble. Después viene la dura crítica al compañero por sus juegos pequeños burgueses. Las clases de táctica dadas por Plutarco (“El Cero”), son enriquecidas con las historias contadas sabrosamente por Edén. Esas clases me habrán de servir en la experiencia guerrillera, arme y desarme, tiro con triangulación en seco, etc. Es una semana de camaradería y solidaridad y empezamos a columbrar que el ataque podrá ser en San Carlos. Con Richard Lugo hacemos planes”.

Humberto Ortega llega a juramentar a los nuevos guerrilleros

Según revela Bosco Centeno en su libro “Pendiente de un hilo” que a la clausura de las clases “asiste Humberto Ortega y tenemos la juramentación solemne. Recuerdo que Richard no quiere jurar porque el compromiso del militante es de por vida y él argumenta que su compromiso llega hasta botar a Somoza y, logrado eso, él regresará a su vida exitosa de abogado o algo así. Al final somos juramentados todos”.

Después de esto el ex guerrillero Bosco Centeno, participante en el asalto en el cuartel de San Carlos, dijo sentirse al momento de la graduación: “ya me siento conspirador. Si miro pasar una patrulla analizo sus puntos débiles. Lo mismo hago con el comando de la guardia en San Carlos”.

Luego sigue relatando, en el sentido, de que “Alejandro, Laureano y Julio Ramón, montan una escuela en la comuna (proyecto de cooperativa juvenil propuesto por Ernesto Cardenal) en Solentiname, y en ella participan Felipe Peña, Miriam y Gloria Guevara, Iván Guevara, Pedro Pablo Meneses, Nubia Arcia y Elvis Chavarría”.

Preparativos del asalto

Según Bosco Centeno, llega la orden de asaltar el cuartel de San Carlos y “se decide sacar a nuestras familias el día 12. Alejandro decide que su madre Olivia, Esperanza, mi esposa con nuestras dos niñas (Olguita de 3 años y Arlen de 2), la Elena Pineda esposa de Laureano con su hijo Eduardo (de dos meses), Bayardo y William Guevara con Ramón Meneses (casi niños) salgan por el Río Zapote hacia Costa Rica y para eso son escoltados por Laureano hasta la boca del río (que se convierte en un laberinto de ramales y grandes humedales en los que puede extraviarse hasta el más conocedor). Es un verdadero milagro que no pierdan en esa travesía en la que además corren siempre el riesgo de ser capturados y asesinados por la Guardia Nacional (GN) que patrulla el lugar con frecuencia. Alejandro y todos nosotros siempre nos preguntamos por qué solo a nosotros, los de Solentiname se nos avisa tan cerca en víspera de la fecha del combate, lo que pone en riesgo nuestras vidas que se hubieran perdido innecesariamente. Las familias de quienes han organizado la acción tienen semanas de estar a buen resguardo en Costa Rica”.

Luego de esto Bosco Centeno habla de un viaje hacia San Carlos que lo hacen ya anocheciendo y recuerda de esto: “que Alejandro toma las llaves de la comunidad y, en un acto casi litúrgico, nos dice: “aquí quedan las llaves por si me pasa algo” y las deposita bajo una viga del muelle de donde salimos, la posibilidad de morir está presente”.

Después nos dice Bosco Centeno que llega a Punta Limón “a unos 3 kilómetros del casco urbano de San Carlos. Allí nos espera “Carballito”, un anciano que es campisto de la loma, la finca a la que llegamos luego de caminar durante más de 3 horas por unos llanos donde hasta los caballos se pegan en el lodo. Y es que “Carballito” está tan asustado al vernos llegar armados que al parecer se le olvida el camino”.

También recuerda Bosco Centeno que es “el “Chato”  Medrano quien hace la posta a la entrada y nos reunimos con el resto del comando. Hay dos campesinos capturados que por enamorar a la Gloria y a la Miriam Guevara, se han acercado y han visto las armas. Se unen a nosotros y combaten heroicamente cayendo en la acción. Uno de ellos es Roberto Pichardo, hijo de la cocinera de la hacienda, doña Filomena Pichardo, la que después del triunfo nos acompañó durante la campaña contra el enemigo, mimándonos a Alejandro y a mí con su rica cuchara de finca”.

La organización de la acción

Bosco Centeno nos habla rápidamente que Edén Pastora no participa en la acción y ha sido destinado a otro frente “y en su lugar está “El Cero” de nuestro curso en Costa Rica y casi me alegro ya que uno cree que sus profesores son el espejo y él en la escuela se la sabía toda y daba las clases con gran autoridad. “Chop” me ha comentado de Plutarco que es un hombre duro que ha estado involucrado en los sucesos de El Sauce donde habían matado, entre otros compañeros, a “Chicho” Poveda. Los mismos compañeros del FSLN que los habían asesinado por intrigas, fueron obligados a exhumar los cadáveres semanas después y Somoza había usado unas fotos terribles de eso como contra propaganda. “El Cero” inspira más miedo que respeto. Está también José Valdivia a quien “Chop”, como buen granadino ha bautizado con el mote de “El Fundido”, un hombre de figura quijotesca con un sombrero vaquero, de poco hablar. Me entero de que él será “El Uno” en jerarquía. Me dice “Chop” que le ha puesto ese sobre nombre porque había salido tuberculoso y loco de la montaña. “Chop” se convierte en “El Dos”. Se conforman las tres escuadras y cuando yo quiero andar en la escuadra de Richard y el mismo Richard lo sugiere, no se puede. Y quedo en la escuadra de Plutarco”.

Continúa la narración Centeno hablando del plan: “en una pizarra escolar y con pastillas en vez de tiza, escribe No hay retirada. Patria Libre o Morir. Eso ocurre en la casa hacienda de La Loma, en el mismo lugar que será mí puesto de mando durante más de 10 años en la guerra que sostuvimos con la Contra. Nos plantea que después de tomar el cuartel, iremos a Cárdenas para avanzar sobre Rivas y vuelve a repetir con vehemencia que no habrá retirada ¡Patria Libre o Morir! a pesar de que él ya sabe que no se atacarán los otros lugares”.

Siguiendo la narración, Bosco Centeno expresa en su libro “Pendiente de un hilo”: “una escuadra al mando de Richard Lugo neutralizará a los guardias que cuidan el comercio, el banco y la aduana se dirigirá a atacar las instalaciones del comando donde duerme el Coronel Fajardo, Jefe de la Plaza. Estará compuesta por Freddy Sobalvarro, William Ferrey, Ian Kinloch, Carlitos el panguero y dos más”.

También dice en este relato que es el momento de la acción: “otra escuadra al mando de José Valdivia “El Fundido”, se ubicará en la parte sureste del cuartel y estará compuesta por Alejandro, Laureano, Julio Ramón-quien estará estrenando su infaltable fusil ametralladora Browning-, Alvaro Ferrey, Emiliano Torres, William Guevara, Ernesto Medrano, Roberto Pichardo y William González. “El Fundido” será el encargado de abrir fuego”.

Inicia el combate

El combate inició a las 4 y 17 horas del 13 de octubre de 1977 con cada una de las escuadras en posición. Centeno por un Garand, realizando disparos de tres en tres a través de las paredes de tablas, en el sector de las covachas de los guardias y luego hacia los lugares donde los guardias contestaban el fuego.

Según Bosco, “debo haber gastado unos 120 cartuchos y nunca se me enconcho el fusil”. Además, observa que Nubia Guevara está cerca de el con un fusil 22 de cacería y con mira telescópica, “al que Ian Kinloch le había revisado los órganos de puntería”. También ve a Gloria Guevara con una vieja ametralladora Cristóbal “que se le había desarmado con la primera ráfaga, Chop le indica que se deshaga de ella y le da una pistola 45, la misma que ella le había quitado con zalamerías a mi primo Raúl. Ya ha amanecido y cuando Plutarco le dice a Chop que valla a ver qué pasa con las otras escuadras y que regrese a informarle”.

Chop se va a la escuadra del sureste, encontrándose que “El Fundido” está herido en un brazo por un tiro de Garand “y ve que es imperativo sacarlo; decide evacuarlo y le indica a Alvaro, su hermano, que lo acompañe; al llegar abajo se da cuenta que la escuadra de Richard Lugo ha aniquilado a los guardias del comercio, causando más de seis muertos, pero se ha retirado a Costa Rica, en una de las lanchas sin haber tenido bajas. Entonces Chop, decide levarse a Costa Rica, sin comunicárselo a nadie, el yate en el que estábamos creyendo que iremos a Cárdenas. De esto nosotros, que somos la gente que está manteniendo el combate, no sabemos nada”, indica Bosco.

Tras una hora de espera “Plutarco me dice que lo lleve a otra escuadra”. Fueron y vieron que el cocinera de la Guardia está muerto a los pies de la Miriam. Julio Ramón trata de reparar el fusil ametralladora que se le ha descompuesto por la alta cadencia de fuego, ya que Valdivia le gritaba constantemente ¿qué pasa con esa Browning? Alvaro, que era el amunicionador de Julio, dice que dispararon más de 500 cartuchos en minutos, lo que ha inutilizado en el arma y que en un momento del combate, al llenar los cargadores, ha puesto los proyectiles al revés, lo que enfurece a Julio, quien casi le da con el cañón en la cabeza (contaba después). Plutarco se encuentra con la noticia de que Chop se ha llevado al herido y me dice: ¡vamos a buscarlos! Recuerdo que esta Emiliano disparando en posición de tendido y le dice a Plutarco, señalando con el dedo: ¡Cuidado nos dejan”.

Además se dan cuenta de que el “Chato” está herido en la pierna, “y salimos hacia el río. Recuerdo que no tengo ningún miedo, me siento, en ese momento, como el protagonista de una película y no he podido reflexionar acerca del peligro inminente que se cierne en esos momentos”, expresa Bosco.

Luego de esta situación bastante peligros, que Bosco nos revela que no logra medir, ver el peligro en que se encontraban, él y Plutarco deciden bajar al río y se agencian con una lancha del Banco, con motor de 50 caballos y consola de mando. Bosco encienda la lacha, sin problemas, y ven que una avioneta sobrevuela a la cual, Bosco, le hace algunos disparos.

Apenas, Bosco, ha encendido el motor, “me dice el “Cero”: ¡Vámonos! Y yo le contesto: ¿Y el “Chato”? y las ¿Mujeres?, porque en ese momento estoy pensando en irles a avisar para ver que hacemos. Y, yo tengo presente el letrero en el pizarrón: NO HAY RETIRADA. Yo estoy a bordo de la panguita y él “Cero”, en Muelle, con su carabina M-1 en la mano y su 45 en la cintura”.

“Es una orden”, me dice y yo todavía le digo: ¿Y el Chato y las mujeres? Y me contesta: “es una orden militar” y, entre dietes, “…así es esta cosa y se monta a la panga que yo no sé manejar. La enrumbo hacia el rió Frio, pero me meto entre la vegetación de las orillas, a cada vuelta hasta pasar por la Esperanza (una hacienda de Somoza en la que no sabemos si habrá guardias). Al pasar por el embarcadero le bajo la velocidad a la panga y le grito al mandador, que sale desesperado haciendo señas, que se corra, que vienen los sandinistas. Ese3 mismo mandador es quien entregara, un día después, a Elvis y a Donald, que son asesinados por el criminal Franklin Montenegro”

El “Cero”, según Bosco, resulto ser todo un fraude, un real y verdadero cobarde, un hombre que dejo abandonado a su gente. Incluso, en el camino, se le cruzo por la cabeza, a Bosco, matar al “Cero”, pero mejor lo dejo a la orilla del río, y orientándole tirar la carabina y la pistola al rio. Posteriormente, Bosco es capturado por las autoridades ticas y “me llevan al viejo comando de madera. Tal vez son las 8 de la mañana. Plutarco, en el informe que hace después, como “Cero”, dice que había dado la orden de retirada a los que quedaron, lo que cual es una mentira y que me había ordenado retirarnos luego de calmarnos, ya que estaba bastante nervioso. Mentira: yo estuve dispuesto a regresar para avisarle a las escuadras y organizar la retirada y como repito, jamás tuve miedo. Lo que pasa es que a mí me desconcierta cuando me dice que es una orden militar, ya que en la escuela nos había enseñado que, primero, las ordenes no se discuten…”.

Luego llegó a entregarse Chop, a la cárcel, y oportunamente, comienzan a llegar los periodistas, a los que les dan declaraciones, por lo que “nuestras fotos salen en las portadas de los periódicos. A Chop le pregunta por los muchachos y no sabe nada. Y empieza una angustia que desaparece, en la medida que ellos van llegando a salvo luego de una azarosa retirada comandada por Alejandro. Después supimos la acción memorable de Laureano y Emiliano, quienes contuvieron en la pista de aterrizaje de San Carlos, por más de una hora, a los refuerzos aerotransportados de las tropas especiales de la guardia, que estaban en entrenamiento en Morrillo, la hacienda arrocera de Somoza, a escasos 15 kilómetros de San Carlos. Cosa que no sabíamos”.

Plutarco expulsado del FSLN

Bosco Centeno revela en su libro “Pendiente de un hilo”, que en esta acción militar le quedo claro que “ningún de los jefes ha tenido experiencia militar, ninguno ha estado en algo parecido. Jose Valdivia ha sido un organizador de las redes logísticas de la columna “Pablo Úbeda”, en el norte, pero nunca ha tenido la oportunidad de dirigir un combate o estar en algo parecido y su herida ha impedido que tome la dirección del nuestro. Plutarco Hernández no ha tenido experiencias prácticas; solo ha manejado la teoría y las historias orales contadas por los sobrevivientes contadas por las columnas guerrilleras del norte y, posteriormente, habría de revelar su cobardía, lo que obliga a la Dirección Nacional a expulsar del FSLN, Antenor Ferrey (Chop), ha tenido tanta experiencia como nosotros. Pero, a pesar de ese tipo de errores y horrores, se escribe a historia de la Revolución de Nicaragua”.

Como saldo del asalto, se perdieron a valiosos militantes andinistas como: Ernesto El Chato Medrano, Donald Guevara, Elvis Chavarría, William González y Roberto Pichardo.

Según esta historia narrada por Bosco Centeno, él y Alejandro Guevara, redactaron “una carta de dura Crítica y la enviamos a la Dirección Nacional y Plutarco fue degradado. Todos nos integramos a las distintas tareas hasta el triunfo en el 79”.

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