Granada, Nicaragua
Por: Augusto Cermeño
La historia de Nicaragua siempre ha estado salpicada de actos, eventos y hechos que nos colocan como una nación de incapaces, por culpa de unos cuantos malos hijos que, por lo general, terminan entregando la Patria a los intereses extranjeros.
El Presidente José Santos Zelaya, actuó con carácter y rectitud, dirigiendo sus actos a constituir la Patria nicaragüense, con un alto grado de independencia y dignidad, pero esto le valió la antipatía del poderoso país del norte, sobre todo cuando fusiló a los norteamericanos Cannon y Groce.
Después de este hecho, le llovieron desgracias al Presidente Zelaya, hasta su caída en 1909. A la caída de Zelaya, estando los conservadores en posesión del gobierno de la República, buscaron el apoyo de los Estados Unidos para reorganizar el país y sus finanzas.
A fines de octubre de 1910 llegó a Managua Thomas Dawson, como agente especial y en noviembre firmó con los principales jefes revoltosos convenios que contenían las bases para que el gobierno norteamericano reconociera el gobierno del General Juan José Estrada (1910 – 11).
Se debía convocar a una Asamblea Constituyente; Nicaragua solicitaría la ayuda de los Estados Unidos para conseguir un empréstito de 15 millones a fin de consolidar la deuda exterior e interior y pagar los reclamos legítimos de nacionales y extranjeros.
Se establecería un tribunal o comisión mixta de jueces norteamericanos y nicaragüenses para resolver la legalidad de concesiones y monopolios y de los reclamos pendientes contra la República. Se castigaría a los culpables del fusilamiento de Cannon y Groce (1909); y se convocaría a una elección presidencial libre dos años después de firmados los convenios. (Pacto Dawson), quedando como presidente provisional el General Juan José Estrada.
En 1911 Nicaragua obtuvo un primer empréstito de millón y medio de dólares de los banqueros Brown Brothers &. Co. y J. & W. Selligman & Có. Quedaban hipotecados los derechos de aduana, y subsidiariamente todos los impuestos; derechos sobre consumo, contribuciones, rentas, etc. y quedaban los banqueros autorizados para poder solicitar de los Estados Unidos, en caso necesario, la protección de sus derechos.
En 1912 se hizo un empréstito suplementario por 750,000 dólares, con garantía del Ferrocarril, que debía traspasarse a una compañía incorporada bajo las leyes de alguno de los estados de la Unión Americana. Además los banqueros obtenían una opción de compra del Ferrocarril y los Vapores Nacionales por la suma de 2 millones de dólares.
Los banqueros de Nueva York se entendieron con el Consejo de Tenedores de Bonos de la Ethelburga, que enteró los dos millones que conservaba el depósito, con la garantía del Departamento de Estado y a condición de que se entregara la Recaudación General de Aduanas de Nicaragua a un perito norteamericano.
De esos dos millones se tomó una suma para pagar intereses rezagados de la nueva negociación; y otra cantidad se entregó a los banqueros neoyorquinos a buena cuenta de lo que se les debía por las cédulas del erario y el empréstito suplementario. Parece que los gastos ascendieron a las dos terceras parte, de lo obtenido. De manera que Nicaragua -como bien apunta el general Moncada- se quedó siempre con la deuda, sin el Ferrocarril y sin dinero, y las aduanas comprometidas.
En junio de 1912 se otorgó a los banqueros otra concesión sobre la empresa del Ferrocarril y Vapores Nacionales, dándoles un año de tanteo para su administración; y ellos, a su vez, emprestaron al gobierno la suma de 250,000 dólares.
El 29 de julio el general Luis Mena, ministro de Guerra y Marina del gobierno de Díaz (1911-16), se rebeló, apoderándose de gran cantidad de materiales de guerra, de buena parte del Ferrocarril y de los vapores del lago de Granada.
La compañía americana del Ferrocarril, incorporada conforme las leyes del Estado de Maine, elevó una protesta ante su gobierno por el secuestro ilegal, uso y daño de su propiedad, y peligro de las vidas de empleados y pasajeros. El gobierno de los Estados Unidos solicitó al de Nicaragua diera satisfactorias seguridades: de que estaba en aptitud y deseaba otorgar adecuada protección a toda la propiedad particular de los ciudadanos norteamericanos en territorio nicaragüense.
El gobierno, no pudiendo otorgar seguridad alguna en territorio ocupado por los rebeldes, manifestó el deseo -de que el de los Estados Unidos garantizase con sus propias fuerzas la seguridad y la propiedad de los ciudadanos americanos en Nicaragua e hiciese extensiva esta protección a todos los habitantes de la República.- Consecuencias fueron la intervención, armada, el episodio del Coyotepe y la ocupación de la línea férrea desde Corinto hasta Granada.
Por los contratos de octubre de 1913 los banqueros de Nueva York compraban el 51% de las acciones del Ferrocarril y Vapores Nacionales por la suma de un millón de dólares al contado. (El valor de dichas propiedades se estimaba en esa época en tres millones, por lo que los banqueros. se obligaron a invertir en mejoras medio millón. Pero un decreto inconsulto del gobierno de Nicaragua revocó posteriormente lo relativo a esta obligación).
En octubre de 1914 el Presidente Díaz expresa que el último momento para comprar el 51% de las acciones del Ferrocarril -cuenta con el beneplácito nacional porque se recupera el Ferrocarril, cuyo impuro manejo ha sido nota de constante escándalo y motivo de descrédito para el gobierno-.
He aquí los rasgos más destacados de ese impuro manejo que denunciaba el Presidente Díaz: 1) La empresa no atiende los pedimentos del público ni las observaciones oficiales. 2) Celebra contratos con americanos, a quienes les concede utilidades fabulosas. 3) Últimamente, contra la protesta unánime del comercio de la república, se ha establecido en Corinto una casa de comisión a cargo de Mr. Wilson, quien cobra C$ 1.25 por cada tonelada de mercadería de exportación e importación consignada a los otros comisionistas, con el objeto de monopolizar el negocio.
En 1917, a través de los arreglos conocidos bajo el nombre de -Plan Lansing-, se obtuvo la posibilidad de redimir el Ferrocarril mediante la compra del 51% de las acciones, que los banqueros poseían. La última cuota debía pagarse en 1924, y fue enterada puntualmente por Toribio Tijerino, cónsul de Nicaragua en Nueva York. El Ferrocarril volvía a ser nicaragüense.
Continua: Construcción de nuevas vías