Monitoreo LP
Política
El pasado 19 de julio fue la primera vez en 38 años que Daniel Ortega celebró el triunfo de la revolución sin la compañía de ninguno de los nueve comandantes que dirigieron el país en los ochenta.
Bayardo Arce, quien era el último que lo acompañaba desde la muerte de Tomás Borge, no estuvo presente. Una nueva generación, controlada por Rosario Murillo, ha venido tomando la batuta del partido y desplazando a los llamados “históricos”, que han acompañado a Ortega en la instauración de su dinastía, según ex militantes sandinistas consultados.
Figuras como Arce, asesor económico de Ortega; Lenín Cerna, exjefe de la Seguridad del Estado; y Dionisio Marenco, distanciado de la pareja presidencial, ¿qué papel jugarán cuando Ortega, de 72 años, deje el poder, ya sea porque decida retirarse o desaparezca físicamente?
“Ninguno”, dice categóricamente Henry Ruiz, uno de los nueve comandantes que dirigieron el país en los ochenta, hoy distanciado de Ortega.
Control de Murillo
“Yo la veo imponiéndose, porque ella sí está en el terreno, el resto lo que está es en conspiraderas y en el caso de Bayardo está ahí trabajando, pero no creo que aglutine fuerzas capaz de hacer un frente interno” en las filas del FSLN, dice Ruiz.
En las votaciones pasadas, consideradas una farsa por la oposición, Ortega impuso a Murillo como su fórmula presidencial y la convirtió en la vicepresidenta de Nicaragua.
La sucesión en el FSLN, al que Ruiz no considera ahora un partido revolucionario, está asegurada con Murillo, según el exguerrillero. “Ella no va a tener discusiones de tipo ideológico, ella va a tener discusiones políticas y de administración… Yo no la veo teniendo un debate doctrinario”, opina Ruiz.
La ex comandante guerrillera Mónica Baltodano cree que Murillo ya tiene las riendas del partido porque las pretensiones de Ortega consisten en que ella y sus hijos hereden el poder, por eso la hizo vicepresidenta “y explica los enormes gastos en propaganda girando alrededor de ella”.
“Le ha otorgado, no solo el control férreo sobre las estructuras partidarias, sino cada vez más sobre todas las instituciones del Estado. Usted puede observar cómo nombramientos de alcaldes, magistrados de todos los poderes, diputados y jefaturas militares, son de incondicionales de esta lógica, junto a la eliminación de cualquier influencia de los pocos cuadros históricos que aún le acompañan”, opina Baltodano.
Baltodano cree que en una hipotética falta de Ortega, todos los cuadros históricos que aún lo acompañan defenderán el modelo orteguista porque son también sus intereses.
“Algunos han sido muy fieles a Daniel y dicen que tienen contradicciones con Rosario. Pero ¿tienen realmente contradicciones con el esquema de poder y los intereses que ellos defienden? Callan frente a los atropellos que se cometen desde el poder, y más bien los justifican. No veo cómo puede pensarse que ellos tendrían una propuesta distinta a lo que conocemos. Sería deseable pero no es realista”, destacó.
Una hipotética desaparición de Ortega puede debilitar las adhesiones de una parte de las bases históricas que siguen pensando que él representa al sandinismo original, según Baltodano, historiadora de la lucha guerrillera del FSLN.
Intereses compartidos
“No olvidemos que lo que más cohesiona hoy a la cúpula orteguista son los intereses compartidos, de manera que dependerá siempre de cómo se administren y recompongan esos intereses. ¡Hay tantos privilegios repartidos! Y no solo entre los incondicionales, otra parte no despreciable beneficia a: empresarios, ex contras, liberales, conservadores, jerarcas católicos y protestantes… todos defenderán el sistema con uñas y dientes”, dice Baltodano.
El sindicalista Luis Barboza, diputado suplente del FSLN, fue abordado y cuando se le preguntó qué podría pasar en su partido ante una ausencia de Ortega respondió: “No comment, ahorita no quiero hablar de eso, hermanito”.
El analista político y exasesor de la Dirección Nacional del FSLN, Óscar René Vargas, cree que Rosario se impondrá dentro del partido solo si Ortega se retira, y tiene las suficientes fuerzas como para imponerla.
“El clavo sería para ella que Daniel Ortega esté desaparecido… y en caso de que ella quiera ser la sucesora, aquí emerge una fuerza que nadie está viendo, que es el Ejército. Se transforma el Ejército en el gran elector, dentro del aparato del partido. Recordá que hay muchos militares retirados que se han involucrado dentro del partido. Incluso en el Estado. El gran elector. Por eso es que ellos están tratando que miembros de la Policía y el Ejército sean de la nueva clase y defiendan sus intereses económicos”, opina Vargas.
Opción para el cambio
La ex comandante guerrillera Mónica Baltodano dice que ningún régimen “autoritario despótico o dictatorial sucumbe sin crisis interna, sin disidencias que surjan de su propio seno”.
Según Baltodano, una parte de la base que hoy respalda al orteguismo será decisiva para lograr el cambio. Pero la fuerza de las mismas no está desvinculada de la construcción de opciones y alternativas desde afuera. Si no construimos alternativas sandinistas, de izquierda desde fuera, los tiempos del orteguismo, con o sin su presencia, se prolongarán”.
“En definitiva solo la conciencia y la organización inclusiva y sin sectarismos del pueblo, que incluya a las bases sandinistas harán posible el cambio y la transformación”, dijo la ex comandante guerrillera.
Dinastía en el Gobierno
Desde que Ortega regresó al poder cedió protagonismo a la primera dama, hoy vicepresidenta, Rosario Murillo, y a sus hijos. Los hijos de la pareja presidencial son asesores o dirigen el aparato de propaganda del régimen, que promueve la figura de Murillo.