Monitoreo
Tomado de END
Cristhiam Tórrez
Desde que Don Santos García nació, hace 80 años, el paisaje donde creció siempre ha sido el mismo —gris— en este lugar la tierra ha sido sustituida por roca volcánica, los árboles no se desarrollan como en las comunidades cercanas y sus habitantes más que a los temblores o una erupción volcánica, temen a la lluvia que combinada con los gases del volcán Santiago, corroe los techos de sus viviendas.
Don Santos vive en el kilómetro 21, carretera Managua-Masaya, en el lugar llamado Piedra Quemada, una zona hasta la cual llegó la corriente de lava de 1772, provocada por una fisura en uno de los flancos del cono Masaya, que a su vez es la evidencia de una de las explosiones más violentas de la era cuaternaria, registrada por los cronistas de Indias, según cuentan geólogos nicaragüenses.
“Piedra Quemada debería ser parte del patrimonio geológico de Nicaragua”, opina el geólogo, Dionisio Rodríguez, del Instituto de Geología y Geofísica de la UNAN-Managua, ya que considera que es la prueba viviente del vulcanismo en el país.
“A partir de esas grandes coladas se puede reconstruir la historia, podemos medir el nivel de peligrosidad de los volcanes activos en la zona como el Santiago, qué tipo de materiales puede arrojar y hasta dónde puede llegar”, explicó.
Conocer la evolución
Milton Camacho, experto en temas ambientales, señaló que Piedra Quemada es uno de los pocos lugares donde se explican los comienzos de la vida, que se dan a raíz de los cambios climáticos extremos.
Existe un principio en vulcanología que dice que los volcanes van a volver a hacer erupción y depositar materiales donde ya lo hicieron en el pasado y van a ocupar las mismas áreas”. Dionisio Rodríguez Rodríguez, geólogo.
“A partir del estudio en estos lugares podremos entender con claridad la evolución de la naturaleza, conocer sus manifestaciones y por supuesto, su alcance”, agregó Camacho.
El potencial científico e histórico de Piedra Quemada es desconocido por los pobladores del lugar, cuya actividad humana amenaza con destruir esos nexos con la historia.
Para sus habitantes, Piedra Quemada es solo el sitio donde nacieron. “Desde que nací todo lo que he visto ha sido piedra, no tengo otro recuerdo de mi vida que no sea este”, afirmó Santos, un señor bajito de cabellos blancos y aspecto amable, considerado uno de los habitantes más antiguos del lugar.
Sus ojos han visto con el paso del tiempo la transformación del paisaje, que según él es todo un avance.
“Antes no crecía nada, el único árbol que lograba desarrollarse más de un metro es el nancite y el chilamate, ahora que la gente ha venido y ha echado tierra, ha alimentado la vegetación”, comenta Santos.
Efectivamente es así, en Piedra Quemada existen dos paisajes que contrastan y los divide la carretera, a un lado el verde de los árboles y los muros de piedra que los habitantes han construido aprovechando la abundancia de rocas y el otro, una inmensa planicie poblada por árboles amarillentos y rocas de diferentes tamaños, en el que no existe construcción alguna.
Esa actividad humana sin control es la que debería ser regulada, expresa Camacho. “Es uno de los ecosistemas únicos en el país, que está siendo amenazado y que a largo plazo podría representar un peligro para sus habitantes”, advierte el experto.
El volcán Masaya es un sistema cratérico complejo, cuyas erupciones fueron descritas por los cronistas de Indias y se consideran una de las más violentas de la era cuaternaria. La primera erupción de la que se tiene registro es la de 1670.
Sin embargo, para el geólogo Rodríguez, ubicarse en las faldas de los volcanes es un hábito que resulta difícil de erradicar en Nicaragua.
“Esta ha sido una práctica ancestral, asentarse en los alrededores de los cuerpos de agua o los volcanes. Ahí ha vivido gente desde el tiempo de la colonia y lo más recomendable es hacer un trabajo de concientización con la población”, manifiesta.
Una actividad que no resultará fácil. Los habitantes han perdido el miedo a una erupción volcánica, se han acostumbrado a los temblores, a la superficie irregular de la zona y por supuesto a las lluvias combinadas con ceniza y gases del volcán Santiago.
Volverá la lava
“Es mejor porque estamos asentados sobre una base sólida, entonces la piedra tiende a acomodarse y la tierra no, tenemos más de dos metros de grueso de piedra en la parte de abajo. Cuando llueve no se inunda, porque el agua se va al interior de la tierra y se consume”, justifica Eddy Vargas, uno de los pobladores del lugar, quien construye su vivienda y utiliza la roca volcánica en la construcción.
“Lo que podemos hacer es decirle que viven en una área de volcanes activos, pero no podemos crear alarma, existe la posibilidad de una erupción, sabemos que van afectar esas mismas áreas, donde se desplazaron las coladas de lava anteriormente, pero no se tiene una fecha exacta, puede ser en 100 o 200 años, en este año, no lo sabemos”, comenta Rodríguez.
Para Camacho, el principal problema está en hacer cumplir la legislación. “Nuestras leyes están y nadie las hace cumplir, existe un libre albedrío en el que inocentemente las personas sufragan sus necesidades de la manera más fácil. Ya sea de orden social, problemas de pobreza o educación, que todos juntos los conlleva a retar a la naturaleza”, indica.
Para él la falta de regulación y decisiones de orden público han contribuido a que la gente pierda el temor de asentarse en lugares en donde corren riego.
“Existe un principio en vulcanología que dice que los volcanes van a volver a hacer erupción y depositar materiales donde ya lo hicieron en el pasado y van a ocupar las mismas áreas”, señala Rodríguez.
Sin embargo, los pobladores de piedra Quemada parecen inmunes a ese principio y con el paso del tiempo expanden sus actividades y construyen sus vida por una zona que ellos consideran segura, ignorando los planteamientos de los geólogos y la creencia en que a pocos kilómetros de donde habitan, está una de las “bocas del infierno”, como llamaban en el pasado al complejo del volcán Masaya.