Nacional
Por: Salomón Manzanarez Calero
La cotona con escarapela, la cantimplora, el sombrero, la cartilla y la lámpara Coleman como símbolo del saber rememoran el gesto humanístico de quienes dejaron las comodidades en las ciudades y se adentraron en el campo aquel marzo y septiembre de 1980 a convivir con el campesinado para enseñarles a leer y a escribir; tarea encomendada por el comandante Carlos Fonseca Amador.
El campesinado en su mayoría fue el más beneficiado, respecto a la cantidad de iletrados en las ciudades. Había un 50.35% de analfabetismo, cuando triunfó la revolución sandinista en 1979.
Al terminar los chavalos prometieron regresar. Algunos lo hicieron. Los alfabetizados lloraron la partida de los hijos putativos, mientras sus padres en la ciudad quizá creyeron haberlos perdido, pero los volvieron a ver. Mientras muchas lágrimas de sangre y coraje se derramaron por la causa de más de 58 héroes y mártires que ofrendaron sus vidas por el bien común en aquella época.
Con el tiempo las políticas de educación y el desinterés por las clases sociales, el índice de iletrados volvió a aumentar. Por lo tanto, la necesidad urgente de continuar con la alfabetización fue asumida con ahínco por la Asociación de Educación Popular Carlos Fonseca Amador (AEPCFA), que coordinó el maestro Orlando Pineda.
Para el año 2005 hubo un proceso de acercamiento y valoración para continuar con la alfabetización. Era otro contexto, pues visibles eran las diferencias con el gobierno de Enrique Bolaños. Había que seguir la ruta del saber. Esta vez bajo el método Yo sí puedo.
En León el teatro José de Cruz Mena fue el escenario donde desfilaron decenas de campesinos de Troilo, Abangasca, Chacaraseca entre otros, para recibir su certificado de alfabetizado. Era un esfuerzo de las municipalidades con el apoyo de las brigadas de Cataluña y Dinamarca.
Cuando escuché los testimonios de los alfabetizadores de la UNAN-León en el Congreso de la Alfabetización, entiendo la emoción, malestar y enojo. Entiendo el sacrificio, la valentía, el descontento, el sometimiento y la desidia para enseñar con la Pedagogía del Amor en una sociedad materializada e indiferente. Sin obviar al sector juvenil rodeado de una atrevida y útil tecnología.
La alfabetización también es integral en comunidades vulnerables. ¿Por qué cuidamos Bosawas?, dijo Vicente Ruíz, líder de la isla Rama Cay. «Nosotros del bosque cazamos un pavo, en la ciudad abren refrigeradora y sacan pollo, nosotros tiramos atarraya y sacamos pescados, ustedes de la refri sacan salchichón». Es bajo la lógica contextual de proteger la naturaleza que se ha trabajado en los últimos años.
En el año 2015, aunque el maestro Pineda se quita el sombrero, la misión altruista seguirá con responsabilidades mayúsculas e interés humano. Porque enseñar es emocionante, pero hacerlo con voluntad y amor es cuestión de sacrificio en vida. Además, complementa la selección exhaustiva de los alfabetizadores, como comenté una vez a la maestra Eveling Sánchez.
La alfabetización es presente, la alfabetización es permanente, la alfabetización no solo es recuerdos.
*Periodista.