Alaska
Por: Juan Roblero
A una profesora granadina.
Si pudiera verme en sus ojos oscuros
o si pudiera acariciar su azabache cabello
serían mis momentos muy bellos
y ya no tendría miedo al futuro.
Si pudiera tener su cuerpo adorable
o su sonrisa tierna y fragante
serían mis días radiantes
y mi vida sin duda más agradable.
Dichoso aquel que tiene su amor
dichoso que acaricia su piel
dichoso que bebe en su boca de miel
dichoso que hoy miré su rostro en flor.
Que me inspire por favor perdone
mas al verla no evito que me emocione,
no sé ni siquiera su nombre,
pero al verla no puedo evitar ser un hombre.
Puedo escribir de usted muchas cosas
sin adular, sinceras y caprichosas:
su rostro adornado por dos ojos
inmensos, negros y profundos
Dios los hizo a su antojo
como dos hermosos mundos;
Su negro y sedoso pelo;
su risa alegre y cantarina
son música que han robado al cielo
y sin duda al alba matutina.
Su esbelta silueta perfecta
es una bella escultura selecta,
sus labios finos y pálidos
imagino dulces suaves y cálidos.
Venus envidiaría
de mujer tanta belleza
y no es tontería
ni vana sutileza
pensar que a Darío,
en sus poemas usted inspiraría.
Quisiera tener el alma de un famoso poeta,
o las mágicas manos de un gran escultor
para en mis poemas y esculturas
poder su belleza igualar,
pero estos son dioses por Dios inspirados
y yo, un simple mortal, por sus ojos
sus labios y cuerpo idiotizado.