Alaska
Por: Juan Roblero
A una desconocida que conozco
pues si gusta de la poesía
es porque guarda en su alma
un alma sensitiva.
No tengo el placer de conocerla
mas con mi verso trataré de complacerla,
tal vez de su alma… lleven la belleza
quizás de mi corazón la tristeza.
Me pregunto su nombre:
¿Violeta, Margarita, Azucena?
Como soy un hombre
se lo digo aunque sienta pena
imagino que usted lleva en su piel
la fragancia de las rosas
y en su boca fruta jugosa
se debe sentir lo dulce de la miel.
Soy un trovador
cansado solitario
buscando a diario
enamorado al amor.
Igual que pájaro libre, mi alma
busca un nido apacible
donde reposen sus alas cansadas;
pienso a veces sea imposible
que recobre mi calma
pues busco y no encuentro a mi amada.
Deseo entre mis brazos estrechar
a alguien quien conmigo despertara
la deseara, la amara y respetara
ya que aún recuerdo el arte de amar.
Creo que esto es suficiente
no quiero cansarla con mi cuento
pero deseo penetrar su pensamiento
para conocer el secreto de su mente.
Perdone si imagino su fragancia
y si saboreo de su boca esa miel,
pues llevo lo atrevido de la infancia
y el deseo como hombre en la piel.
¡Ah olvidaba!
Yo a usted la llamaré
Encanto.